Bacterias benéficas en el intestino de una mujer

Microbiota intestinal: un factor clave en el exceso de peso

 

La obesidad es un desorden metabólico causado por factores genéticos y no genéticos como, por ejemplo, el contexto. Más allá de los cambios físicos en el cuerpo, la obesidad está asociada a enfermedades como diabetes, hígado graso, hipertensión arterial, apnea del sueño e inflamación crónica.

Igualmente, hay aumento del estrés oxidativo, que produce el deterioro de los tejidos y, por tanto, favorece la aparición del envejecimiento prematuro y diferentes patologías como enfermedades cardiovasculares. Por otro lado, la obesidad puede afectar la calidad de vida, ya que aumenta la aparición de desórdenes mentales como la depresión y ansiedad.

 

Una de las causas más importantes de la obesidad se debe a un desequilibrio entre la ingesta y el gasto de energía. Por lo anterior, es importante tener en cuenta que la alimentación es uno de los factores claves para el tratamiento de la obesidad y la formación de la microbiota intestinal.

La microbiota es un ecosistema compuesto por billones de microorganismos (bacterias, hongos, etc.) que, en un alto porcentaje, se encuentra en nuestro sistema digestivo, sobre todo en el intestino.

 

Es fundamental mantener una adecuada salud microbiana ya que esta influye en diferentes procesos como:

  • Antiinflamatorio: pueden modular las sustancias que inflaman al cuerpo y que están asociadas cuando hay exceso de peso.
  • Saciedad: el intestino se encarga de enviar señales al cerebro (secretando hormonas y neurotransmisores), que influyen en los estímulos de hambre y saciedad.
  • En el sistema digestivo: afectan la absorción, descomposición y almacenamiento de nutrientes. Las poblaciones microbianas tienen una función reguladora del sistema digestivo. Estas intervienen en la sensibilidad, motilidad (permite la movilidad de los alimentos a través del intestino) y previene el intestino permeable, que es la perdida de la capacidad de bloquear el paso de sustancias toxicas, bacterias y virus a la sangre. Por esto, tener una microbiota sana ayuda a tener un sistema inmune fuerte.
  • Productores de ácidos grasos benéficos: estos aumentan la sensibilidad a la insulina, manteniendo el equilibrio de la glucosa en sangre y mantienen la integridad del tejido intestinal.
  • Síntesis de micronutrientes: algunos como la vitamina K, vitamina B12 y ácido fólico.
  • Funcionamiento cognitivo y estado de ánimo: el cerebro también tiene una participación fundamental en el equilibrio metabólico a través de la constante comunicación con la microbiota intestinal, generando por ejemplo, que haya serotonina, ya que regula los movimientos intestinales e interviene en los estados de ánimo, afecta al ritmo cardíaco, la actividad motora, regula la secreción de hormonas y también afecta al apetito.

 

Algunos factores que pueden afectar la microbiota son:

  • Alteración a nivel emocional. El cerebro tiende a cambiar su modelo de procesamiento, se aumentan los niveles de cortisol (el cual se relaciona de forma directa con el estrés) y aumenta la activación o sensibilidad del sistema nervioso, generando un desbalance en la microbiota y en la permeabilidad de la barrera intestinal, lo que produce ansiedad, estrés, depresión, agresividad, irritabilidad y desregulación del apetito.
  • A nivel nutricional. Cuando hay un desbalance en el consumo de alimentos altos en grasa, carbohidratos refinados, endulzantes artificiales, procesados, etc., lleva a un aumento en la grasa, obesidad abdominal e inflamación.
  • Otros, como el modo de nacimiento (parto o cesárea), uso de antibióticos y el envejecimiento.

 

¿Qué se puede hacer para mantener una microbiota sana?

Hay que consumir probióticos y prebióticos que son moduladores potenciales de la obesidad, ya que tienen diferentes beneficios que ayudan a mantener sana la microbiota intestinal.

En cuanto a los beneficios de los prebióticos están, la producción y mantenimiento de bacterias beneficiosas, que encontramos en alimentos fuentes de fibra como verduras, frutas, leguminosas y cereales integrales. Dentro de los beneficios de los probióticos (microorganismos vivos) ayudan a prevenir la disbiosis (perdida de la microbiota intestinal), que encontramos en alimentos como yogurt, kéfir, kombucha, chucrut, etc.

 

También realizar actividad física aumenta las endorfinas. Además, si se hace ejercicio al aire libre, los rayos de sol favorecen la síntesis de vitamina D y mejora el estado de ánimo. Por ejemplo, ir al gimnasio, bailar, salir a correr, practicar natación o hacer un deporte grupal, entre otros, hace que se potencie la diversidad de las bacterias intestinales.

 

Por último, pero no menos importante, tener una microbiota saludable ayuda al manejo de la obesidad y a tener una salud integral prolongada.

 

 

Referencias:

 

  • Aisa Tieb, G. (2021). Relación entre la obesidad y el deterioro de la microbiota intestinal.
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